Tenemos la capacidad de adaptarnos a las circunstancias y vivimos en entornos de constante cambio. Pero ¿Cómo nuestro cerebro afronta estas situaciones?
Si bien, durante nuestra vida hemos afrontado varios de escenarios de cambio, no fue hasta que la pandemia por Coronavirus nos obligó a cambiar totalmente el ritmo y “rituales” de la cotidianidad de nuestras vidas. Nos vimos interrumpidos indefinidamente, lo que llevó a aprender mucho más sobre de la incertidumbre. Claro es, que la capacidad para adaptarnos a las situaciones que no conocemos, es una característica natural del ser humano, así mismo el confort y seguridad son vulnerables ante situaciones inciertas.
Incertidumbre
“De todas las emociones humanas, la más antigua y más poderosa es el miedo, y de todos los miedos, el más antiguo y más poderoso es el miedo a lo desconocido”. – H. P. Lovecraft
Nuestro entorno y vida está en constante cambio, muchas veces llegamos a soluciones bastante creativas para lograr adaptarnos y entender un poco la incertidumbre, pero…
¿Cómo nuestro cerebro afronta estas situaciones?
Thomas Bayes, teólogo y matemático inglés plantea en 1763 el teorema de la inferencia bayesiana, en este teorema las evidencias u observaciones son la clave para inferir la probabilidad de que una hipótesis pueda ser cierta.
Según Karl Friston, especialista en neurociencias de la University College en Londres y defensor el principio de probabilidad bayesiano, asegura que…
“El cerebro, al tratar de anticipar lo que la próxima ola de sensaciones le comunicará, constantemente hace inferencias y actualiza sus creencias en función de lo que le transmiten los sentidos e intenta minimizar las señales de error de predicción y previene la sorpresa. Literalmente, es un órgano fantástico en el sentido de que genera hipótesis y fantasías que le son apropiadas para tratar de explicar los innumerables patrones y el flujo de información sensorial que está recibiendo”
No quiere decir que siempre tengamos éxito aplicando una actualización bayesiana. Es en este punto donde se encuentra la amenaza de la incertidumbre, porque, puesto en un caso práctico, uno no sabe con exactitud lo que siente en ese momento o qué provoca la sensación de incertidumbre.
Asimismo, el cerebro empieza a elaborar alternativas que generan diversos pensamientos, deseos y amenazas ante la sensación de no saber y la incertidumbre -propone el psicoanalista Thomas Ogden-. Esta acción es generada con el fin de protegernos contra aquello que desconocemos. Sin esta ola de pensamientos o amenazas creadas por nuestro cerebro, no tendríamos en consideración peligros o amenazas reales en la vida cotidiana. A pesar de que estas alternativas son una defensa efectiva, pueden generar una sensación que aleja a las personas de la realidad y de sí mismas. Llegado a este punto extremo, se requiere de ayuda externa para salir de ello. Si necesitas ayuda, no dudes en escribirnos haciendoclick aquí
El miedo a lo desconocido, es comunmente asociado a lo siniestro, oscuro y temeroso y no es para más. Incluso el psicoanalista Sigmund Freud ha dedicado un ensayo a lo siniestro, en el cual, ha definido esta sensación como un saber inconsciente y lo asocia a la extrañeza que hay en nosotros mismos. Otro gran psicoanalista, Christopher Bollas lo define como “lo no pensado conocido”.
Miedos, amenaza
Parte 1 de la respuesta hacia la incertidumbre
La incertidumbre vive en nosotros, es algo que sabemos que existe, de hecho es algo natural desde la era primitiva, pero que logra mantenerse fuera de nuestra conciencia. La incertidumbre es algo que dificilmente podemos expresar con palabras, pero que logra ser manifiesta en nuestras emociones. Gran parte de cómo se afronta la incertidumbre en la vida adulta viene de las tempranas interacciones con nuestros padres o cuidadores y la forma en la que fuimos educados… ¿Por qué?
Gracias a la doctora Mary Ainsworth, pionera en la teoría del apego, podemos encontrar una respuesta acertada. En los años setenta, se planteó un experimento sobre las conductas de apego y las exploratorias en bebés bajo condiciones en las que debían enfrentar lo desconocido. El experimento está constituído por la madre, el bebé y un desconocido. La doctora Ainsworth, observó que el bebé es capaz de empezar la exploración utilizando como una base segura a la madre, pero por otro lado, cuando no estaba la madre sino el desconocido, la percepción de amenaza que percibía el bebé por aquel desconocido cohibía sus conductas exploratorias, dando como resultado y confirmando que, los niños con apegos y vinculos emocionales estables, son capaces de afrontar mejor la incertidumbre.
Parte 2 de la respuesta hacia la incertidumbre
Como resultado, el miedo y la incertidumbre puede alejarnos de todo aquello que no conocemos o por el otro lado, puede impulsarnos a querer conocer más, no significa que el miedo se vaya por completo, de hecho, muchos de los miedos los transformamos en curiosidad y eso es lo que nos permite avanzar. Al estar más familiaridad con lo desconocido, la mente receptiva puede jugar.
El escritor Javier Marías lo confirma “A menudo tengo la sensación de que no sé escribir novelas, y sin embargo ahí están, al cabo del tiempo, terminadas, publicadas y más o menos legibles”. Y concluye diciendo: “Quizá por eso abrigo esa fuerte, creciente sensación de no saber cómo se hace una novela. Porque no saber, no saber, y sin embargo avanzar, es el único verdadero refugio de lo indeterminado”.
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